domingo, 30 de noviembre de 2014

RESCATE



Leviathan
La película Leviathan, del director Andréi Zviáguintsev, nos muestra un ambiente desolador, hostil, solitario, desde las gélidas tierras de Rusia hasta los corazones de los protagonistas cubiertos por una nube de peripecias interminables. Todas las experiencias vividas por Kolia y Lylia son retrato de un universo sin salida, que sin más poco a poco va acabando con cualquier forma de amor presente.
            La vida de los personajes es un grito de desesperación, de presiones que no cesan, sino que aumentan más conforme pasan los días. Las pasiones del mundo poco a poco van ahogando cualquier rastro de amor que alberguen en sus corazones, sus instintos pueden más que cualquier parte racional o divina que tengan en su interior, es por esto que finalmente la oscuridad se apodera de sus vidas. En realidad sus vidas sólo tienden a la entropía. 
          Si los personajes de este filme fueran docentes el caos mismo hubiera acabado con todo.
            En primer lugar el protagonista, Kolia, no tiene control de sí mismo, es fácilmente dominado por sus pasiones y se entrega a la agresividad en un dos por tres, lo cual afecta a las personas que le rodean y contribuye a la formación de esta atmósfera de perturbación. El docente, en contraste a él, debe poseer cualidades de un verdadero pacifista que esté siempre listo para propagar la paz y el amor ante cualquier circunstancia que se presente, pues incluso en los niveles superiores muchas veces se suscitan discusiones a veces con un tono de voz y de palabras elevado; en estas circunstancias lo ideal es que el profesor no caiga ante provocaciones por parte de sus estudiantes, que controle lo más que pueda sus emociones y que todas las actividades que se realicen en el entorno áulico siempre estén centradas en el respeto, ya que el salón de clases tiene como una de sus funciones principales el intercambio de ideas para abordar diversos fenómenos.
            Otro punto importante a tratar es la ética que tienen los personajes, independientemente de la infidelidad de Lylia hacia Kolia, me parece relevante tocar el punto de qué hacer una vez que se ejerce el poder, pero más aún… ¿Qué hacer con el poder que te da el ser docente y plantarte frente a un grupo de estudiantes?
Si bien, como indican María Luisa Simón y Juan Andrés Selva la libertad de cátedra en la UNAM es una garantía institucional, que parte de un derecho subjetivo del profesor, con la finalidad de posibilitar el avance en el descubrimiento y transmisión de conocimientos e ideas dentro de una sociedad, hay mucho docentes que abusan de su poder sobre sus estudiantes, es decir, que pierden la noción de la verdadera pedagogía, de aquella que es brindarle a los estudiantes el mayor número de herramientas necesarias para su desarrollo humano en aras de alcanzar la plenitud y felicidad.
Por esta razón, a diferencia de Vadim Sergeyich, el alcalde que despoja al matrimonio protagonista, y de su manera tan ruin de moverse entre los habitantes del pueblo en el que habitan, el verdadero docente debe de existir por y para sus estudiantes con valores que fomenten su sentido humano y carácter ético, pues es la única manera de hacer que su labor funciones: el respeto, la comprensión, la paz, la dignidad, la honestidad, etc.
 Sin embargo, es el amor lo que debe unirlos en comunión y lo que impulse su corazón para trabajar cada día con ellos, ya que esta presencia de libertad debe devolverle la integridad a cualquier sociedad como pueblo hermano para que los acuerdos, la participación y su intelecto provengan de lo más bello de sus corazones y así ser verdaderos ciudadanos, habitantes de cualquier nación que tengan siempre presente el servicio a los demás y la justicia social que muchos de nosotros tanto anhelamos. Sin duda alguna esto sólo nace del poder que entraña el amor por el prójimo; hacia los estudiantes en este caso.
Por último, cabe mencionar que poseer el entendimiento que como humanos estamos sujetos a diversas circunstancias, incluso a tribulaciones, y que por lo tanto en un salón de clases siempre habrá momentos que se escapan de nuestras manos, tanto por parte del profesor como de los estudiantes, pero que con la empatía de todo el equipo (pues son un grupo en unión) deberán ser superadas; de esta manera, cuando alguien pase por situaciones imprevistas, el profesor debe promover la observación y la acción para ayudarle en lo que esté dentro de sus posibilidades. Para esto es necesario suscitar un entorno de seguridad, amabilidad y aceptación dentro de la dinámica del grupo: cómo les va en otras asignaturas, revisar sus temas de interés, dar las gracias, son buenos ejemplos, pues es necesario humanizar el proceso de enseñanza-aprendizaje. No sea que alguno de los estudiantes viva lo mismo que Roma.


Dos días, una noche
La historia que los hermanos Dardenne nos muestran en esta película, en el sentido humano, se apoya en el reconocimiento de hasta qué punto estamos dispuestos a dar por los demás, y cuánto más podemos sacrificar de nosotros mismos para reconocernos en el otro: el apoyo y la solidaridad que podemos darle a nuestro prójimo.
            Esta idea constituye también uno de los principios primordiales para la existencia del docente, pues éste debe renacer para encontrarse en sus estudiantes y amar cada una de las actividades que realiza en el espacio áulico.
            Aunado a esto, los actores que conforman el salón de clases (tanto profesor como estudiantes) forman un equipo de trabajo, pero también deben ser una unión de hermandad en todo momento, pues es esta fuerza y virtud lo que logra una unidad indivisible de todos en conjunto: es una tripulación que espera llegar con todos sus integrantes juntos a Ítaca, el lugar de arribo.  
        Sandra corre desesperada por conseguir lo que anhela irremediablemente: conservar su empleo; acelerada busca a cada uno de sus compañeros con la esperanza de que voten a su favor al término de los dos días y la noche en la que vive en medio de la incertidumbre. Ellos, por su parte, tienen en primer lugar su interés personal, el bono que recibirán por su trabajo es muy importante para cada uno, pero está el que Sandra pase al número de desempleados que día a día padecen entre el precio elevado de la vida en Francia o que mantenga su empleo para ayudar en la economía de su hogar.
La respuesta que ellos pudieran darle se entiende principalmente en términos éticos y humanísticos: el mundo siempre decide en función de su propio beneficio, mas tiene la opción de pensar en comunidad. La respuesta de quienes le dan el “sí” a la protagonista parte del reconocimiento del sentirse en ella, de tener misericordia de su situación y de ponerse en sus zapatos. Todos necesitan el dinero, pero la mitad decide anteponer a Sandra antes de a su caso individual. A los otros esta vez no les es posible compartir las tribulaciones  por las que ella atraviesa.
Así, el trabajo en el aula implica solidaridad en equipo. Si me remito a la posición constructivista, la cual parte las investigaciones de Piaget, Vygotsky, Bruner, John Dewey, entre otros, en el proceso de enseñanza-aprendizaje tanto el estudiante como el profesor tienen como mediador al conocimiento, pues éste se crea entre todos; el docente pierde su carácter tradicional, para ser moderador, coordinador, facilitador o mediador, precisamente, y el profesor es considerado como un participante más en la construcción de conocimiento dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje.
La ética debe regir todo lo que suceda en el salón de clases a cualquier nivel, pues después de la familia es el espacio en el cual las personas se preparan para ser habitantes de un país, ciudadanos de una nación, profesionales en una sociedad, en fin, en donde la hay una formación y un reconocimiento como seres humanos mediante la adquisición de valores, actitudes y conductas que tienen como objetivo alcanzar su libertad intelectual y felicidad emocional.
Vivimos en un mundo en el cual falta que la expresión de los valores en la relación con las demás personas para repensar la solución de los problemas sociales, y el entorno áulico es ideal para comenzar esta hazaña. Cada uno debe autoconstruirse a partir de lo que decida ser, mediante sus propias acciones en el ejercicio de su libertad e inteligencia en la reafirmación de su voluntad; ejercicio difícil, de acuerdo a la hostilidad y cinismo del mundo, pero que forja a los seres que se relacionan entre sí concurrentemente en realidades distintas dentro de un mismo universo.
 


Ida
La idea principal que podemos retomar de esta película, dirigida por Pawel Pawlikowski, para ser aplicada a la docencia es la de encontrarse a uno mismo y con uno mismo desde lo más profundo de nuestro ser para decidir verdaderamente lo que queremos ser y si estamos dispuestos a reconocernos como profesores en este caso.
            La hermana Anna es una mujer que iba a consagrar su vida a Dios, sin embargo, una situación que no estaba planeada le hace salir al mundo exterior para conocer a su único familiar con el cual puede tener contacto: su tía Wanda, ni siquiera para reafirmar su fe. Las diversas circunstancias por las que atraviesa, en primer lugar saber que sus padres eran judíos y que además fueron asesinados en el contexto de la segunda guerra mundial y más tarde el suicidio de su tía la llevan a una crisis de su fe, en donde se comportamiento cambia radicalmente al que había tenido a lo largo de la historia: utilizar la ropa de su tía, fumar, tomar, tener relaciones con un chico al que apenas conocía. Una parte de ella que parecería no existir sale a flote cuando menos lo espera.
            En la docencia también sería terrible que algo similar la hermana Anna –cuyo nombre original es Ida– nos ocurriera, ya que nuestra pedagogía sería un fracaso si en primer lugar no nos conocemos a nosotros mismos. Antes de pararse en un salón de clases es necesario preguntarnos qué somos, qué esperamos de la docencia, hacia dónde vamos, cómo lo haremos, pues apresurarnos a ser profesores, sin habernos contestado estas preguntas por lo menos, no haría naufragar fácilmente en un mal que estaría más allá de nuestras manos.
            Es imposible relacionarnos con los estudiantes si como seres humanos y como personas no nos conocemos. La actividad del docente implica una relación de poder en donde éste pide a sus estudiantes ciertos reglamentos, actitudes, compromisos, pero si no conoce él mismo cuáles son sus debilidades y virtudes, ciertamente no podrá facilitarles las herramientas necesarias para que ellos potencialicen sus propias habilidades, pues ni siquiera sabrá cómo hacerlo porque nunca ha empezado por sí mismo. Quién puede amar a alguien más si no se ama a sí mismo.
            El reconocimiento es una pieza clave en el quehacer del docente, debido a que implica que primero el profesor sepa quién es para partir de ahí y comenzar a interactuar en un ambiente de convivencia plena con los chicos y chicas a los que les mediará el conocimiento. Para esto debe estar libre de toda atadura y aceptar quién es y estar dispuesto a aceptar la gran labor que implica ser docente para después trabajar en paz, con amor y fortaleza con sus estudiantes. Pues el profesor debe buscar ahora y siempre el desarrollo de cada uno de quienes interactúan en el espacio áulico, lo cual sólo se logra a través de la pedagogía adecuada, que a su vez parte de su reconocimiento como ser humano. 

 Güeros
La finalidad de la educación es que los estudiantes tengan en sus manos las bases, las herramientas y otro camino que les ayude a desarrollarse como miembros de una sociedad, humanos y personas con la capacidad de encontrar soluciones ante ciertos problemas, enfrentar los retos en su vida, reflexionar ante su realidad, pero también debe implicar obligatoriamente la ayuda al prójimo y la búsqueda de soluciones a problemáticas no sólo de carácter individual, sino en comunidad para un mejoramiento en el funcionamiento del aparato social. La educación debe significar la felicidad de cada persona y su reconocimiento, como ser, en los demás.
            Es nuestra responsabilidad ir tras nuestros sueños, perseguir lo que más deseamos, y, al igual que los protagonistas de esta cinta, dirigida por el mexicano Alonso Ruizpalacios, quienes tenía una meta fijada, seguir hasta llegar a ellas, las cuales para cualquier docente deben ser el que sus estudiantes alcancen la felicidad, libertad y la armonía interna como ciudadanos de una nación, pero también como humanos ante una realidad que cada vez es más precaria. Por su puesto que el docente no resolverá los problemas de ellos, ni puede obligarlos a tener un mayor desempeño (sobre todo a aquéllos que son menos dedicados durante el curso académico), pero sí tiene la obligación de desarrollar una pedagogía que llegue a todos los actores del proceso enseñanza-aprendizaje y de facilitar el conocimiento a través de un medio al cual todos, sin excepción, puedan acceder.
            Como en la política, en la educación no debemos esperar a que alguien venga en rescate nuestro, ni pasarnos la vida buscando a un “Epigmenio Cruz”, pues siempre es mejor empezar por nosotros mismos, está en las manos de cada profesor en realizar un verdadero cambio el sistema político-económico-social, no mediante la imposición de una ideología o creencia, sino a través de la discusión, el debate e intercambio de ideas, a través de la comunicación, el respeto y tolerancia, única fuente de entendimiento y de logros sustanciales a través de acuerdos.
          Como ya he referido en ocasiones anteriores, como un pedazo de realidad, entiendo por comunicación al proceso mediante el cual un actor se expresa para indicarle a otro sus necesidades, instintos y actos, pero también como la comunión a través del cual dos seres humanos, con la gran virtud de lograr acuerdos, intercambian ideas acerca de su voluntad no solamente instintiva, sino también, como mencionara Juan Enrique Pestalozzi, del corazón, del espíritu y de sus potencialidades profesionales; como una virtud que nos distingue de las bestias, en el cual “el don de hablar de nuestra especie ha de ser considerado como una fuerza auxiliar de la naturaleza humana para hacer fructíferos y generales de los conocimientos adquiridos en la observación”, sobre todo en nuestras vivencias, debido a que el conocimiento es muerto si se queda en el entorno académico y no logramos aplicarlo en nuestra vida diaria.
            Así, es importante también que tanto los estudiantes como el profesor se involucren de alguna u otra forma en las problemáticas de su país, pues el aire democratizador que brinda la universidad, al menos, debe proponer, dialogar, actuar dentro de lo posible para solucionar estos conflictos mediante la experimentación práctica desde nuestra trinchera. De esta forma, al igual que la huelga del 99, podremos caminar dentro de una sociedad cada vez más participativa, en donde quienes tiene acceso a la educación universitaria intervengan directamente en los conflictos de su país… no que salgan al rescate de la sociedad, sino que se encuentren a sí mismos dentro de toda la nube de violencia y desolación que hoy, por ejemplo, vivimos crudamente en nuestro México, aun cuando no nos hayan asesinado a algún familiar. Y no sólo buscar a alguien que lo haga por nosotros.